sábado, 11 de diciembre de 2010

Especial - "LA IGLESIA ACTUÓ COMO MADRE CABEZA DE FAMILIA": SOCIÓLOGO FABIÁN SANABRIA




Entrevista realizada a Fabián Sanabria, uno de los más destacados sociólogos de Colombia, en la que comparte sus pensamientos sobre el panorama de las creencias populares en Colombia, el 'amangüalamiento' (como el mismo denomina la influencia de la iglesia católica en el proceso de creación y desarrollo del Estado colombiano) y los nuevos tiempos de la religiosidad en el país.


Fabián Sanabria es doctor en Sociología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y antropólogo. Se ha desempeñado como director del Departamento de Sociología y actualmente como decano de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia (sede Bogotá). Sus investigaciones y publicaciones se concentran en el campo de la antropología y la sociología de las creencias. Invitado en el año 2002 por el Departamento de Estado Norteamericano en el Programa de “Política exterior y procesos de toma de decisiones”, y en el invierno de 2004 a 2005 fue titular de la Cátedra de estudios colombianos Antonio Nariño en la Universidad Sorbonne Nouvelle, París III, donde desarrolló un seminario doctoral a propósito de las condiciones socioculturales de los procesos de paz en Colombia. Actualmente dirige el Grupo de estudios de las subjetividades y creencias contemporáneas (GESCCO) y adelanta el proyecto de investigación “Estado conflicto y terrorismo en la Colombia contemporánea” .


Esteban Alvarán Marín:
¿Cuál es el panorama de las creencias populares en Colombia?
Fabián Sanabria:
Es importante tener en cuenta que Colombia es un país cuya identidad es fundamentalmente católica. Normalmente, en los países del norte, es decir en la vieja Europa, se cuajó un modelo de estado – nación. Ése modelo presuponía un matrimonio entre papá estado y mamá nación, a partir de cuatro cosas fundamentales: en primer lugar, que ese estado controlara el territorio, es decir la geografía del país donde iba a funcionar ése Estado. Tenía que estar por todas partes. En segundo lugar, que monopolizara las armas, es decir la violencia física y la violencia simbólica de los afiliados a ése Estado. En tercer lugar, que captar impuestos. Un estado no puede funcionar, sin captar tributo de sus afiliados. Los impuestos son muy importantes. En un país fuerte como Dinamarca, como Alemania, la gente paga impuestos altísimos y eso es lo que permite que si alguien, por ejemplo, está desempleado, le dan un seguro de desempleo, mientras consigue trabajo. Y a partir de ésos tres elementos fundamentales, el Estado generaba bienestar: salud, educación, infraestructura, a sus afiliados.
En los países del norte donde cuajó ese Estado – Nación, la nación era el alma de esos ciudadanos que sublimaban sus pulsiones y sus pasiones a ese Estado, entonces, en esos países ya se está desmontando todo porque el modelo ya no aguanta. Es decir, lo que estamos viendo con la crisis de Irlanda, con todo el auxilio que ha pedido a la comunidad económica europea, un poco lo pasó también en Estados Unidos, en donde el Estado tuvo que salvar a los bancos, quien lo creyera.
Con ese desmontaje de ese modelo, es como si papá estado se separara de mamá nación y los hijos les decimos, ¡no nos dejen! Entonces surgen un montón de patrioterismos en las sociedades contemporáneas, cuyo máximo ejemplo son las copas mundiales de fútbol. Quizá ése es el ámbito de máximo nacionalismo en las sociedades actuales.
En los países donde ése modelo no fue tan fuerte, como en Colombia, pues hemos tenido un estado – nación biche, que no ha madurado; somos unos niños. Para lograr la democracia que tienen los ingleses, o los alemanes o los daneses pues pasaron montones de cosas, entre otras, más de un envenenamiento de reyes.  Si ustedes leen las tragedias de Shakespeare, pues se darán cuenta que obviamente eso pasó por montones de cosas, hasta llegar a ese modelo de estado – nación. Esa es la realidad, dijéramos, de esos países fuertes.
Pero en Colombia, pues somos muy niños todavía. Si uno mira, por ejemplo, después de la independencia, hay un momento muy interesante que dura como seis años de la historia de Colombia, de la república, que se llama la Patria Boba. Y quizá no era tan boba. Porque es ahí cuando los padres de la patria, los héroes de la independencia, comienzan a pensar: “bueno y qué hacemos después de independizarnos de España, cómo nos gobernamos”. Y entonces ellos empiezan a dudar si se vuelven centralistas o federalistas.  Y eso dura muchos años más; hay un momento fuerte de federalismo en Colombia que fracasa, este país se vuelve terriblemente centralista. Dijéramos que uno de los errores, empezamos mal,  fue haber puesto la capital tan lejos del mar. No tuvimos comunicaciones, no tuvimos gente que llegara en los puertos, que desembarcara; este país no fue abierto a la diversidad. Entonces las élites santafereñas eran clasistas, racistas, muy ‘godas’, muy conservadoras, muy excluyentes. Eso es lo que inclusive en una telenovela tan mala como ‘La Pola’ se alcanza a ver.
Entonces eso fue lo que se configuró en Santa Fé; ése fue el poder local que se dio. Y algo que me parece importante, y es ahí el meollo del asunto, porque es que hay que contextualizar esto muy bien, es que desde la colonia hubo un amangüalamiento o un concubinato entre el trono y el altar. Es decir, entre el Estado y la iglesia. Entonces, hasta hace poco, hasta el gobierno creo que de ‘Carlitos Lleras’, al consejo de ministros asistían el embajador de Estados Unidos y el Cardenal Primado de Bogotá. Entonces eso hizo que este país no haya secularizado su sociedad, ni laicizado sus instituciones. Aquí no hubo propiamente separación de poderes. Eso no pasó en México, eso no pasó en Brasil, eso no pasó en Argentina, eso no pasó en Uruguay. Entonces eso los hace muy distintos a los colombianos. Y por eso yo sostengo la tesis de que Colombia, la identidad nacional de Colombia, querámoslo o no, es católica. Porque el Estado, que era chiquito, impotente, incipiente, precario, le encomendó a la iglesia una cantidad de funciones que a él le correspondía.
Entonces dijéramos que la iglesia actuó como madre cabeza de familia. Básicamente en cuatro cosas:
-         Primero. En la identificación de los ciudadanos. Hasta hace muy poco contaba más la partida de bautismo, que el registro civil de nacimiento. La partida de matrimonio por el concubinato de la santa sede, o la partida de defunción, que el registro notarial de que alguien había fallecido.  Si uno quiere, por ejemplo, establecer el árbol genealógico de su familia, es mejor que vaya a los archivos parroquiales, que allá está todo perfecto. Mientras que la registraduría tuvo que revisar las bases de datos de las parroquias, para actualizar sus propias bases de datos.
-         Dos. El monopolio de la educación. Desde la colonia, la iglesia educó en educación primaria, media y profesional a las élites de éste país. Tanto que una vez en la Conferencia Episcopal Colombiana, yo pregunté: monseñor, ustedes qué valores le transmitieron a los políticos colombianos que pertenecen a las élites en su mayoría, que salió tanto pícaro. Ésa es una pregunta que hay que hacerle a la iglesia hoy más que nunca. Porque entonces para qué todos se educaron en colegios de curas y universidades de curas y hay un montón de ladrones.  Entonces, qué valores cristianos les transmitieron, o eso fue un puro relleno.
-         Tres. La presencia de la iglesia en los territorios apartados, donde el Estado debía estar. La mayoría de etnias indígenas fueron evangelizadas, catequizadas por la iglesia. Y eso le correspondía al Estado.
-         Cuatro. Todas las obras de ‘benevolato’ y beneficiencia.  Es decir, por ejemplo la introducción de la medicina en Colombia. Los hermanos hospitalarios de San Juan de Dios. Las Lauritas, los barrios obreros. Todas esas cosas, de apostolados tipo sociedades San Vicente de Paul con los pobres, con los gamines, lo hizo la iglesia y eso le correspondía al Estado.
Por eso es que, dijéramos a veces, tenemos una visión asistencialista del Estado; caritativa, cuando debería ser solidaria. Entonces la iglesia nos marcó definitivamente. Y obviamente con el tiempo hubo oleadas de otras confesiones religiosas que llegaron. Porque a cambio de que la iglesia hiciera esas cuatro cosas, que le correspondían al Estado, la iglesia tuvo el monopolio del creer. No había cementerios para los protestantes, persiguieron a los protestantes; si un protestante se moría, no tenían donde enterrarlo. Si era ateo, peor. La pequeña comunidad judía ni hablar y los grupos de sirio – libanenses y turcos e islamistas de la costa, eran casi que ateos. Ellos tuvieron que construir poco a poco sus mezquitas, su sinagoga.
Después de esas oleadas de los colegios americanos, de los protestantes que llegaron y que ya empezó, dijéramos, a ser innegable que éstos podían creer, y que había que negociar con ellos, si se quiere, pero hubo mucha persecución. Empezaron otros grupos religiosos, que ahora definitivamente han desregulado el panorama de lo religioso en Colombia, que son los grupos evangélicos y pentecostalistas.
Fíjense, por ejemplo, que todas las salas pornográficas, se cambiaron por oración fuerte al espíritu santo. Se derraman esos otros dones en la oración fuerte al espíritu santo. Eso es lo que ocurre ahora. Están los Testigos de Jehová, los Mormones, los del Séptimo Día, están los del estrato superior, los del medio, los del inferior, Casa Sobre la Roca, Darío Silva, el Centro Misionero Bethésda, etc, etc, etc.
Y ahora los pentecostalistas piden el diezmo con datafono. Es un negocio fascinante. En Colombia hay dos grandes negocios: poner una universidad de garaje o una iglesia de garaje.  Eso es fantástico. Pero eso le da sentido a la gente.
Obviamente esta pastoral pentecostalista y neopentecostalista, está presente en las zonas rurales, en algunos corregimientos, en el mundo medianamente urbano, en todos los estratos. No tanto como en Brasil o Guatemala, donde ya han tenido alianzas serias para tener un presidente de la república, pero obviamente tienen un poder enorme y han logrado darle más sentido a la pastoral popular que a la iglesia. Porque la iglesia en Colombia ha sido una iglesia jerárquica, ha sido una iglesia que se ha puesto de parte de los poderosos; no ha sido una iglesia como en el Brasil, donde estuvo la teoría de la liberación muy fuerte: una iglesia comprometida con el pueblo. No, aquí son unos oligarcas, salvo unas excepciones contadas.
Muy pocos curas, muy pocos obispos son bien, por decirlo de alguna manera. La mayoría quieren que les besen el anillo, creen tener un poder que ya no tienen, pobrecitos.  Y además creen tener la verdad. Entonces la clientela se les ha ido. Es decir, los feligreses se han ido a otro lado donde si les den sentido, aunque los estafen con el diezmo, los sanan espiritualmente, los ponen en una situación social donde hablan en lenguas y tienen una pastoral, desde la escuela dominical de los niños, hasta la atención de los adultos mayores.
Hay una competencia por el carisma religioso. La iglesia más o menos se está dando cuenta de eso. Pero hoy en día, lo que encontramos en Colombia, no es tan alarmante como lo que encontramos en el resto de América Latina. Es que cada vez más, si bien hay católicos de nacimiento, porque a uno lo bautizan de niño sin darse cuenta, cada vez más esos católicos no pertenecen, no practican esa religiosidad  católica, sino que se van a otra secta o a otra confesión religiosa. Ese es un poco el panorama que se tiene. Y entonces ante eso, es innegable que hay que contar con esos grupos, que tienen fuerza y tienen mucho poder. Incluso ya tienen senadores, concejales, etc.  Eso es lo que tenemos. Obvio, la iglesia sigue mandando, sigue siendo imperante, un referente importante, por ejemplo en los diálogos de paz, en los procesos de mediación, en los procesos de reparación a las víctimas, que ahí está  monseñor Castro que es un obispo decente. Monseñor Castro es un obispo, cuya camisa es de blue jean. Nunca va a usar la cruz de oro macizo como Juan Vicente Córdoba, el secretario de la Conferencia Episcopal. O como monseñor, ese que está en el clero castrense, Suescún, que quiere que le besen el anillo todo el tiempo. El deliraría por ser cardenal, pero no ha llegado a serlo.
Ésos son los curas. Hay algunos que andan en camionetas de escoltas, como si fueran mafiosos. Los franciscanos en Colombia, los dueños de la San Buenaventura, por allá en Cali, que es lo que más les proporciona plata. Se dedicaron a la industria de la pedagogía. San Francisco de Asís debe estar revolcándose en su tumba.  Si uno ve, por ejemplo, el centro comercial Granahorrar (Avenida Chile), un centro comercial enmarmolado, eso era territorio de los franciscanos. Que andaban descalzos en la época de San Francisco. Eso es un chiste.

Uno no puede ser tan estúpido de creer que estos son los servidores de servidores de servidores. No, son otros negociantes tanto o peor que las sectas protestantes. Aunque las sectas protestantes en materia moralista son peores que los católicos. Si los católicos son de manga ancha, estos sí que son recalcitrantes.  Es una moral muy restringida, pero así controlan a la feligresía; controlan su clientela.
Uno puede analizar esto económicamente y obviamente pueden poner un senador o quitarlo. Por eso no es gratuito que Uribe al mismo tiempo que iba al 20 de Julio, o que iba a celebrar una misa por el arzobispo de Bogotá, iba a donde Darío Silva, iba al Centro Misionero Bethésda o iba donde los Castellanos, que a la Castellanos la nombró embajadora en Brasil, donde se dedicó fue a hacer pura propaganda de ésta pentecostalista.
Eso es lo que tenemos en Colombia y ahí está el panorama. La gran pregunta es si este país llegará algún día a ser un país laico, es decir, que no haya una confesión que prime por encima de las demás, y que se le imponga a las demás, en materia de moral pública. Por ejemplo, en cuatro temas que son fundamentales, que yo los llamo: nacer libremente, el problema del aborto, que ahora los conservadores quieren que se penalicen los tres casos que la Corte Constitucional declaró despenalizados. Hay una mentalidad recalcitrante que proviene de la influencia católica, de que evidentemente es en el momento de la concepción  desde donde hay vida. Pero podríamos ir más atrás. Cuando uno se masturba está siendo un genocida porque está matando millones de espermatozoides. Si llegamos a esas locuras mentales que la ciencia tiene  un debate con eso y ha demostrado que es hasta las doce semanas, donde uno puede decir “ahí sí  se está matando”, no esa grecoquimbayada precaria de que es cuando fecunda el espermatozoide al óvulo. Eso es re católico. Por eso tenemos al inquisidor, perdón al procurador general que impone su verdad por encima de la de todos y no sublima sus pasiones en beneficio de lo público como debe hacerlo un funcionario. Sino que se dedica a perseguir al que no comparta sus creencias.
Tenemos otro debate, de amar libremente, que tiene que ver  con las parejas homosexuales, de que puedan tener un pacto civil de solidaridad, casándose y adoptando hijos, ¿por qué no?, como en tantos lugares del mundo.
Por otro lado tenemos el derecho a morir dignamente. Ahí lo tienen a uno conectado y páguele a la EPS y páguele a la clínica, porque la familia no lo suelta. Y la eugenesia también. Hay un montón de seres que pueden venir deformes, que pueden ser un estorbo a la sociedad, que igual la sociedad no los va a querer. Son debates éticos y morales. No se trata de imponer que haya la obligación de abortar, no.  Es magnífico que las niñas del OPUS DEI no aborten, ¡que lindo que defiendan la vida!, el aborto es terrible. Pero si una mujer lo decide, el Estado tiene que permitirle hacerlo, estamos en una democracia. No se trata de promover el aborto, se trata de promover la vida. Pero si una persona decide abortar, inclusive hasta las doce semanas, debería autorizársele. 
Todos esos debates de moral pública, están siendo incididos por el cristianismo católico, pentecostalista, neopentecostalista, y por eso este país es tan atrasado. Este país tiene una moral rural muy mal entendida y no ha pasado a una ética civil, donde un tipo se pueda dar la mano con otro, besarse en la calle pública y que eso no le importe a nadie. Y casarse con otro, y si quiere travestirse, que se vuelva travesti. Ése es el problema de nuestro país; somos muy conservadores debido a esa identidad cristiana sufriente, terrible, dolorosa, en donde Jesús está llevado, azotado, la virgen con una espada que le atraviesa el pecho, imagínese el modelo de familia que eso le genera. Hasta que éste país no sea laico, y un ejemplo de que sea laico y moderno, es que un viernes santo en una sala pornográfica sigan presentando cabalgata anal y no lo cambien por el mártir del calvario. Cuando eso ocurra éste país será moderno. Pero entre tanto, seguiremos siendo muy confesionales, muy santurrones, de doble moral, muy hipócritas y muy precarios, porque ése cristianismo nadie lo quiere. Yo creo que ése cristianismo está mandado a recoger. Un cristianismo de martirio, de sufrimiento, de dolor, que negó la sexualidad, que no nos permite amar el cuerpo.
Esteban Alvarán Marín:
¿Qué piensa acerca de la teoría que se maneja frente al desplazamiento de fieles tradicionales hacia iglesias alternas, que afirma que hay una aproximación de la divinidad, que antes se entendía lejana, en los ritos pentecostales y neopentecostales?
Fabián Sanabria:
Saben utilizar la emoción y lograron utilizar todo el arsenal en términos de las posibilidades de la pastoral popular. Mientras que la iglesia (católica) como se volvió oligárquica, despreció la pastoral popular.  Despreció las procesiones, despreció todo eso que le daba sentido. Las fiestas de los santos por ejemplo. Ya nadie se acuerda qué fiestas se celebra.
Obviamente éstas sectas, estos grupos minoritarios, hacen con toda la emoción, igualmente en un concierto de Madonna un paralítico la ve y se levanta. Si por ejemplo a mi me mochan este brazo y me vuelve a nacer, eso si es milagro. Y eso hasta ahora nada ni nadie lo ha probado. O si definitivamente vamos al cementerio central, abrimos una tumba y se levanta un muerto, eso si es milagro, lo demás es pura carreta emocional, pura situación de efervescencia, que éstas sectas saben aprovechar muy bien.
Es igual a como en el salón Pablo Sexto en Roma, preparan a las audiencias del papa emocionalmente, para que cuando salga el viejito con su bastón uno sienta que se le apareció dios. Pero eso es pura emocionalidad. Eso los sociólogos y los antropólogos lo hemos estudiado y comprobamos  que si usted está paralítico se levanta.
Esteban Alvarán Marín:
¿Qué hace feliz a los fieles, siguiendo una iglesia?
Fabián Sanabria:
La gente busca sentido. La gente necesita encontrar un sentido a su vida. Necesita encontrar respuestas, a la salud, a la enfermedad, al amor, a la muerte, a la injusticia. Y para eso es la religión. La religión es un gran compensatorio de esas emociones, que los seres humanos experimentamos. Para eso sirve la religión, para eso sirve la espiritualidad, para eso sirve la fé. Todos algún día estamos despechados, todos algún día sufrimos, algún día no enfermamos, y vamos algún día a morir. El hombre se inventó la religión, porque no se conforma con la muerte. El gato difícilmente cuando se muera va a enterrar a sus gaticos. Nosotros los humanos no hemos encontrado un gato que entierre a su familia muerta.  Y si mi gato se me muere, pues yo lo entierro; tengo tal religiosidad panteísta, que para mí es muy importante el gato; casi que le concedo alma. Y a veces más alma que a los seres humanos. Pero ese es otro problema. Es por eso que existe esas sectas, esos grupos, porque obviamente hay sentido. 
Esteban Alvarán Marín:
¿Cuál sería el proceso de nuestra sociedad para llegar a ser laica?
Fabián Sanabria:
El proceso es llamar a todas las confesiones religiosas y hacerles ver que no puede primar una sobre las demás. Y que el dios que se evoca en el preámbulo de la constitución, no es solamente el dios católico.
Es ver cómo traducimos todos esos valores religiosos, en valores  de convivencia, porque la fé sin obras es muerte. Es decir,  si yo soy el católico más católico del mundo y vivo agrediendo al vecino de qué me sirve eso. Tenemos que traducir esos valores religiosos cristianos, en valores de convivencia. En valores donde no haya palada, tajada, mordida, atajo, donde no despertemos a os vecinos a las tres de la mañana, en donde pensemos en el otro y eso todavía estamos muy lejos de construirlo.
Pienso que es a partir de una sociedad laica, donde todos quepamos. Se trata de ampliar el campo de lo normal, y restringir el mundo de lo normativo. Con pocas normas podríamos funcionar muy bien, y que muchas cosas fueran normales. Qué maravilla ver dos peladitos besándose en una esquina. Obvio, no se están masturbando, no están agrediendo a la moral pública, porque eso se hace en la esfera privada. Pero aquí tenemos unas concepciones recalcitrantes, que lo que nos hacen es sufrir, lo que nos hacen es aborrecer el cuerpo, aborrecer la vida. Me parece que eso si hay que sacudirlo y exsorcisarlo, porque eso sí es realmente demoníaco. 




Esteban Alvarán Marín
Periodista LA LUPA
lalupaopinion@gmail.com

Fuente fotografía: zoomcanal.com.co http://www.zoomcanal.com.co/Portals/0/Programas/CuenteaVer/InvFabianSanabriaCuenteaVer.jpg

1 comentario:

  1. Que buen articulo, Y cree que es la mejor forma de progresar como nacion.

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