Entrevista realizada a Fabián Sanabria, uno de los más destacados sociólogos de Colombia, en la que comparte sus pensamientos sobre el panorama de las creencias populares en Colombia, el 'amangüalamiento' (como el mismo denomina la influencia de la iglesia católica en el proceso de creación y desarrollo del Estado colombiano) y los nuevos tiempos de la religiosidad en el país.
Fabián Sanabria es doctor en Sociología de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y antropólogo. Se ha desempeñado como director del Departamento de Sociología y actualmente como decano de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia (sede Bogotá). Sus investigaciones y publicaciones se concentran en el campo de la antropología y la sociología de las creencias. Invitado en el año 2002 por el Departamento de Estado Norteamericano en el Programa de “Política exterior y procesos de toma de decisiones”, y en el invierno de 2004 a 2005 fue titular de la Cátedra de estudios colombianos Antonio Nariño en la Universidad Sorbonne Nouvelle, París III, donde desarrolló un seminario doctoral a propósito de las condiciones socioculturales de los procesos de paz en Colombia. Actualmente dirige el Grupo de estudios de las subjetividades y creencias contemporáneas (GESCCO) y adelanta el proyecto de investigación “Estado conflicto y terrorismo en la Colombia contemporánea” .
Esteban Alvarán Marín:
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¿Cuál es el panorama de
las creencias populares en Colombia?
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Fabián Sanabria:
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Es importante tener en
cuenta que Colombia es un país cuya identidad es fundamentalmente católica.
Normalmente, en los países del norte, es decir en la vieja Europa, se cuajó
un modelo de estado – nación. Ése modelo presuponía un matrimonio entre papá
estado y mamá nación, a partir de cuatro cosas fundamentales: en primer
lugar, que ese estado controlara el territorio, es decir la geografía del
país donde iba a funcionar ése Estado. Tenía que estar por todas partes. En
segundo lugar, que monopolizara las armas, es decir la violencia física y la
violencia simbólica de los afiliados a ése Estado. En tercer lugar, que
captar impuestos. Un estado no puede funcionar, sin captar tributo de sus
afiliados. Los impuestos son muy importantes. En un país fuerte como
Dinamarca, como Alemania, la gente paga impuestos altísimos y eso es lo que
permite que si alguien, por ejemplo, está desempleado, le dan un seguro de
desempleo, mientras consigue trabajo. Y a partir de ésos tres elementos
fundamentales, el Estado generaba bienestar: salud, educación,
infraestructura, a sus afiliados.
En los países del norte
donde cuajó ese Estado – Nación, la nación era el alma de esos ciudadanos que
sublimaban sus pulsiones y sus pasiones a ese Estado, entonces, en esos
países ya se está desmontando todo porque el modelo ya no aguanta. Es decir,
lo que estamos viendo con la crisis de Irlanda, con todo el auxilio que ha
pedido a la comunidad económica europea, un poco lo pasó también en Estados
Unidos, en donde el Estado tuvo que salvar a los bancos, quien lo creyera.
Con ese desmontaje de
ese modelo, es como si papá estado se separara de mamá nación y los hijos les
decimos, ¡no nos dejen! Entonces surgen un montón de patrioterismos en las
sociedades contemporáneas, cuyo máximo ejemplo son las copas mundiales de
fútbol. Quizá ése es el ámbito de máximo nacionalismo en las sociedades
actuales.
En los países donde ése
modelo no fue tan fuerte, como en Colombia, pues hemos tenido un estado –
nación biche, que no ha madurado; somos unos niños. Para lograr la democracia
que tienen los ingleses, o los alemanes o los daneses pues pasaron montones
de cosas, entre otras, más de un envenenamiento de reyes. Si ustedes leen las tragedias de Shakespeare,
pues se darán cuenta que obviamente eso pasó por montones de cosas, hasta
llegar a ese modelo de estado – nación. Esa es la realidad, dijéramos, de
esos países fuertes.
Pero en Colombia, pues
somos muy niños todavía. Si uno mira, por ejemplo, después de la
independencia, hay un momento muy interesante que dura como seis años de la
historia de Colombia, de la república, que se llama
Entonces eso fue lo que
se configuró en Santa Fé; ése fue el poder local que se dio. Y algo que me
parece importante, y es ahí el meollo del asunto, porque es que hay que
contextualizar esto muy bien, es que desde la colonia hubo un amangüalamiento
o un concubinato entre el trono y el altar. Es decir, entre el Estado y la
iglesia. Entonces, hasta hace poco, hasta el gobierno creo que de ‘Carlitos
Lleras’, al consejo de ministros asistían el embajador de Estados Unidos y el
Cardenal Primado de Bogotá. Entonces eso hizo que este país no haya secularizado
su sociedad, ni laicizado sus instituciones. Aquí no hubo propiamente
separación de poderes. Eso no pasó en México, eso no pasó en Brasil, eso no
pasó en Argentina, eso no pasó en Uruguay. Entonces eso los hace muy
distintos a los colombianos. Y por eso yo sostengo la tesis de que Colombia,
la identidad nacional de Colombia, querámoslo o no, es católica. Porque el
Estado, que era chiquito, impotente, incipiente, precario, le encomendó a la
iglesia una cantidad de funciones que a él le correspondía.
Entonces dijéramos que
la iglesia actuó como madre cabeza de familia. Básicamente en cuatro cosas:
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Primero. En
la identificación de los ciudadanos. Hasta hace muy poco contaba más la
partida de bautismo, que el registro civil de nacimiento. La partida de
matrimonio por el concubinato de la santa sede, o la partida de defunción,
que el registro notarial de que alguien había fallecido. Si uno quiere, por ejemplo, establecer el
árbol genealógico de su familia, es mejor que vaya a los archivos parroquiales,
que allá está todo perfecto. Mientras que la registraduría tuvo que revisar
las bases de datos de las parroquias, para actualizar sus propias bases de
datos.
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Dos. El
monopolio de la educación. Desde la colonia, la iglesia educó en educación
primaria, media y profesional a las élites de éste país. Tanto que una vez en
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Tres. La
presencia de la iglesia en los territorios apartados, donde el Estado debía
estar. La mayoría de etnias indígenas fueron evangelizadas, catequizadas por
la iglesia. Y eso le correspondía al Estado.
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Cuatro.
Todas las obras de ‘benevolato’ y beneficiencia. Es decir, por ejemplo la introducción de la
medicina en Colombia. Los hermanos hospitalarios de San Juan de Dios. Las
Lauritas, los barrios obreros. Todas esas cosas, de apostolados tipo
sociedades San Vicente de Paul con los pobres, con los gamines, lo hizo la
iglesia y eso le correspondía al Estado.
Por eso es que,
dijéramos a veces, tenemos una visión asistencialista del Estado; caritativa,
cuando debería ser solidaria. Entonces la iglesia nos marcó definitivamente.
Y obviamente con el tiempo hubo oleadas de otras confesiones religiosas que
llegaron. Porque a cambio de que la iglesia hiciera esas cuatro cosas, que le
correspondían al Estado, la iglesia tuvo el monopolio del creer. No había
cementerios para los protestantes, persiguieron a los protestantes; si un
protestante se moría, no tenían donde enterrarlo. Si era ateo, peor. La
pequeña comunidad judía ni hablar y los grupos de sirio – libanenses y turcos
e islamistas de la costa, eran casi que ateos. Ellos tuvieron que construir
poco a poco sus mezquitas, su sinagoga.
Después de esas oleadas
de los colegios americanos, de los protestantes que llegaron y que ya empezó,
dijéramos, a ser innegable que éstos podían creer, y que había que negociar
con ellos, si se quiere, pero hubo mucha persecución. Empezaron otros grupos
religiosos, que ahora definitivamente han desregulado el panorama de lo
religioso en Colombia, que son los grupos evangélicos y pentecostalistas.
Fíjense, por ejemplo,
que todas las salas pornográficas, se cambiaron por oración fuerte al
espíritu santo. Se derraman esos otros dones en la oración fuerte al espíritu
santo. Eso es lo que ocurre ahora. Están los Testigos de Jehová, los
Mormones, los del Séptimo Día, están los del estrato superior, los del medio,
los del inferior, Casa Sobre
Y ahora los
pentecostalistas piden el diezmo con datafono. Es un negocio fascinante. En
Colombia hay dos grandes negocios: poner una universidad de garaje o una
iglesia de garaje. Eso es fantástico.
Pero eso le da sentido a la gente.
Obviamente esta pastoral
pentecostalista y neopentecostalista, está presente en las zonas rurales, en
algunos corregimientos, en el mundo medianamente urbano, en todos los
estratos. No tanto como en Brasil o Guatemala, donde ya han tenido alianzas
serias para tener un presidente de la república, pero obviamente tienen un
poder enorme y han logrado darle más sentido a la pastoral popular que a la
iglesia. Porque la iglesia en Colombia ha sido una iglesia jerárquica, ha
sido una iglesia que se ha puesto de parte de los poderosos; no ha sido una
iglesia como en el Brasil, donde estuvo la teoría de la liberación muy
fuerte: una iglesia comprometida con el pueblo. No, aquí son unos oligarcas,
salvo unas excepciones contadas.
Muy pocos curas, muy
pocos obispos son bien, por decirlo de alguna manera. La mayoría quieren que
les besen el anillo, creen tener un poder que ya no tienen, pobrecitos. Y además creen tener la verdad. Entonces la
clientela se les ha ido. Es decir, los feligreses se han ido a otro lado
donde si les den sentido, aunque los estafen con el diezmo, los sanan
espiritualmente, los ponen en una situación social donde hablan en lenguas y
tienen una pastoral, desde la escuela dominical de los niños, hasta la
atención de los adultos mayores.
Hay una competencia por
el carisma religioso. La iglesia más o menos se está dando cuenta de eso.
Pero hoy en día, lo que encontramos en Colombia, no es tan alarmante como lo
que encontramos en el resto de América Latina. Es que cada vez más, si bien
hay católicos de nacimiento, porque a uno lo bautizan de niño sin darse
cuenta, cada vez más esos católicos no pertenecen, no practican esa
religiosidad católica, sino que se van
a otra secta o a otra confesión religiosa. Ese es un poco el panorama que se
tiene. Y entonces ante eso, es innegable que hay que contar con esos grupos,
que tienen fuerza y tienen mucho poder. Incluso ya tienen senadores,
concejales, etc. Eso es lo que
tenemos. Obvio, la iglesia sigue mandando, sigue siendo imperante, un
referente importante, por ejemplo en los diálogos de paz, en los procesos de
mediación, en los procesos de reparación a las víctimas, que ahí está monseñor Castro que es un obispo decente.
Monseñor Castro es un obispo, cuya camisa es de blue jean. Nunca va a usar la cruz de oro macizo como Juan
Vicente Córdoba, el secretario de
Ésos son los curas. Hay
algunos que andan en camionetas de escoltas, como si fueran mafiosos. Los
franciscanos en Colombia, los dueños de
Uno no puede ser tan
estúpido de creer que estos son los servidores de servidores de servidores.
No, son otros negociantes tanto o peor que las sectas protestantes. Aunque
las sectas protestantes en materia moralista son peores que los católicos. Si
los católicos son de manga ancha, estos sí que son recalcitrantes. Es una moral muy restringida, pero así
controlan a la feligresía; controlan su clientela.
Uno puede analizar esto
económicamente y obviamente pueden poner un senador o quitarlo. Por eso no es
gratuito que Uribe al mismo tiempo que iba al 20 de Julio, o que iba a
celebrar una misa por el arzobispo de Bogotá, iba a donde Darío Silva, iba al
Centro Misionero Bethésda o iba donde los Castellanos, que a
Eso es lo que tenemos en
Colombia y ahí está el panorama. La gran pregunta es si este país llegará
algún día a ser un país laico, es decir, que no haya una confesión que prime
por encima de las demás, y que se le imponga a las demás, en materia de moral
pública. Por ejemplo, en cuatro temas que son fundamentales, que yo los
llamo: nacer libremente, el problema del aborto, que ahora los conservadores
quieren que se penalicen los tres casos que
Tenemos otro debate, de
amar libremente, que tiene que ver con
las parejas homosexuales, de que puedan tener un pacto civil de solidaridad,
casándose y adoptando hijos, ¿por qué no?, como en tantos lugares del mundo.
Por otro lado tenemos el
derecho a morir dignamente. Ahí lo tienen a uno conectado y páguele a
Todos esos debates de
moral pública, están siendo incididos por el cristianismo católico, pentecostalista,
neopentecostalista, y por eso este país es tan atrasado. Este país tiene una
moral rural muy mal entendida y no ha pasado a una ética civil, donde un tipo
se pueda dar la mano con otro, besarse en la calle pública y que eso no le
importe a nadie. Y casarse con otro, y si quiere travestirse, que se vuelva
travesti. Ése es el problema de nuestro país; somos muy conservadores debido
a esa identidad cristiana sufriente, terrible, dolorosa, en donde Jesús está
llevado, azotado, la virgen con una espada que le atraviesa el pecho,
imagínese el modelo de familia que eso le genera. Hasta que éste país no sea
laico, y un ejemplo de que sea laico y moderno, es que un viernes santo en
una sala pornográfica sigan presentando cabalgata anal y no lo cambien por el
mártir del calvario. Cuando eso ocurra éste país será moderno. Pero entre
tanto, seguiremos siendo muy confesionales, muy santurrones, de doble moral,
muy hipócritas y muy precarios, porque ése cristianismo nadie lo quiere. Yo
creo que ése cristianismo está mandado a recoger. Un cristianismo de
martirio, de sufrimiento, de dolor, que negó la sexualidad, que no nos
permite amar el cuerpo.
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Esteban Alvarán Marín:
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¿Qué piensa acerca de la
teoría que se maneja frente al desplazamiento de fieles tradicionales hacia
iglesias alternas, que afirma que hay una aproximación de la divinidad, que
antes se entendía lejana, en los ritos pentecostales y neopentecostales?
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Fabián Sanabria:
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Saben utilizar la
emoción y lograron utilizar todo el arsenal en términos de las posibilidades
de la pastoral popular. Mientras que la iglesia (católica) como se volvió
oligárquica, despreció la pastoral popular.
Despreció las procesiones, despreció todo eso que le daba sentido. Las
fiestas de los santos por ejemplo. Ya nadie se acuerda qué fiestas se
celebra.
Obviamente éstas sectas,
estos grupos minoritarios, hacen con toda la emoción, igualmente en un
concierto de Madonna un paralítico la ve y se levanta. Si por ejemplo a mi me
mochan este brazo y me vuelve a nacer, eso si es milagro. Y eso hasta ahora
nada ni nadie lo ha probado. O si definitivamente vamos al cementerio
central, abrimos una tumba y se levanta un muerto, eso si es milagro, lo
demás es pura carreta emocional, pura situación de efervescencia, que éstas
sectas saben aprovechar muy bien.
Es igual a como en el
salón Pablo Sexto en Roma, preparan a las audiencias del papa emocionalmente,
para que cuando salga el viejito con su bastón uno sienta que se le apareció
dios. Pero eso es pura emocionalidad. Eso los sociólogos y los antropólogos
lo hemos estudiado y comprobamos que
si usted está paralítico se levanta.
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Esteban Alvarán Marín:
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¿Qué hace feliz a los
fieles, siguiendo una iglesia?
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Fabián Sanabria:
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La gente busca sentido.
La gente necesita encontrar un sentido a su vida. Necesita encontrar
respuestas, a la salud, a la enfermedad, al amor, a la muerte, a la
injusticia. Y para eso es la religión. La religión es un gran compensatorio
de esas emociones, que los seres humanos experimentamos. Para eso sirve la
religión, para eso sirve la espiritualidad, para eso sirve la fé. Todos algún
día estamos despechados, todos algún día sufrimos, algún día no enfermamos, y
vamos algún día a morir. El hombre se inventó la religión, porque no se
conforma con la muerte. El gato difícilmente cuando se muera va a enterrar a
sus gaticos. Nosotros los humanos no hemos encontrado un gato que entierre a
su familia muerta. Y si mi gato se me
muere, pues yo lo entierro; tengo tal religiosidad panteísta, que para mí es
muy importante el gato; casi que le concedo alma. Y a veces más alma que a
los seres humanos. Pero ese es otro problema. Es por eso que existe esas
sectas, esos grupos, porque obviamente hay sentido.
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Esteban Alvarán Marín:
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¿Cuál sería el proceso
de nuestra sociedad para llegar a ser laica?
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Fabián Sanabria:
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El proceso es llamar a
todas las confesiones religiosas y hacerles ver que no puede primar una sobre
las demás. Y que el dios que se evoca en el preámbulo de la constitución, no
es solamente el dios católico.
Es ver cómo traducimos
todos esos valores religiosos, en valores
de convivencia, porque la fé sin obras es muerte. Es decir, si yo soy el católico más católico del
mundo y vivo agrediendo al vecino de qué me sirve eso. Tenemos que traducir
esos valores religiosos cristianos, en valores de convivencia. En valores
donde no haya palada, tajada, mordida, atajo, donde no despertemos a os
vecinos a las tres de la mañana, en donde pensemos en el otro y eso todavía
estamos muy lejos de construirlo.
Pienso que es a partir de
una sociedad laica, donde todos quepamos. Se trata de ampliar el campo de lo
normal, y restringir el mundo de lo normativo. Con pocas normas podríamos
funcionar muy bien, y que muchas cosas fueran normales. Qué maravilla ver dos
peladitos besándose en una esquina. Obvio, no se están masturbando, no están
agrediendo a la moral pública, porque eso se hace en la esfera privada. Pero
aquí tenemos unas concepciones recalcitrantes, que lo que nos hacen es
sufrir, lo que nos hacen es aborrecer el cuerpo, aborrecer la vida. Me parece
que eso si hay que sacudirlo y exsorcisarlo, porque eso sí es realmente
demoníaco.
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Esteban Alvarán Marín
Periodista LA LUPA
lalupaopinion@gmail.com
Fuente fotografía: zoomcanal.com.co http://www.zoomcanal.com.co/Portals/0/Programas/CuenteaVer/InvFabianSanabriaCuenteaVer.jpg
Que buen articulo, Y cree que es la mejor forma de progresar como nacion.
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