sábado, 31 de octubre de 2009

Investigación - TRÁS EL TELÓN IMPERIALISTA

Tratar de imaginar cuantas bases militares tiene los Estados Unidos de América en el planeta, es algo ilusorio. No me sorprendería descubrir algún día, que incluso tenga en otros lugares del universo.



En el siglo XX los estadounidenses han demostrado al mundo entero, que pueden convertirse en sus dueños en cualquier momento. Luego de la segunda guerra mundial, E.E.U.U. se convirtió en la potencia mundial más poderosa del planeta Tierra, transformándose así, en el hermano mayor de cientos de naciones, que lo consideran su salvación; la más viable forma de llegar al poder y el éxito de sus gobiernos. Pero aún puesto de esta forma, miles de millones de personas viven engañadas por acuerdos formalistas, que esconden los más sucios negocios con los que puede vivir la historia universal.

Variados son los disfraces utilizados por los diferentes gobernantes norteamericanos, para convencer multitudes y ponerlas del lado suyo, cuando de imponer acuerdos militares se trata. Primero, tras la aparición de la U.R.S.S., se identificaron como defensores de la democracia capitalista, promoviendo la guerra contra el auge de los movimientos revolucionarios de izquierda en Asia y Latinoamérica, donde aprovecharon para imponer bases militares en puntos estratégicos de su gran interés. Posterior a la disolución de la Unión Soviética, cambiaron el disfraz que llevaron puesto varias décadas, por la supuesta guerra contra el terrorismo, con la que se dieron oportunidad de intervenir en variados países de Asia meridional y suroccidental, como Irak y Afganistán. También han argumentado invasiones, bajo la causa de defensa internacional y desarme nuclear, aún cuando se les ha demostrado que el país que proceden a invadir no tiene armamentos de destrucción masiva, ni razones para desarrollarlos (como en el caso de la invasión a Irak del 2003, cuando la ONU desaprobó la ofensiva militar).

El gobierno estadounidense es profesional en el manejo de medios. Los periodistas a quienes les dan el permiso selecto y muy ocasional de ingresar a las bases militares norteamericanas en otros países, son prácticamente funcionarios del pentágono, que ya saben qué van a fotografiar y están seguros de lo que van a publicar en medios masivos de comunicación. Como ocurrió en la guerra de Vietnam, donde las fuerzas militares de los Estados Unidos tuvieron la mayor cantidad de muertos y heridos en su historia de guerra, mientras que al otro lado del mundo, los familiares de soldados se sentían orgullosos por la gran labor militar exitosa que los medios les estaban mostrando; sólo hasta que Nixon tuvo que dar declaraciones de la retirada norteamericana.

Pero mucho menos ético que el manejo de medios masivos de comunicación, es la práctica del secretismo que el gobierno de los Estados Unidos de América lleva a cabo desde finales del siglo XIX. Se sabe gracias al escritor norteamericano y profesor de la Universidad de California (E.E.U.U) Chalmers Johnson, que el pentágono cuenta con decenas de oficinas de servicios secretos, cada una encargada de un tema militar distinto, que los más de 300 millones de estadounidenses desconocen. Salarios de miles de dirigentes militares y más de medio millón de funcionarios desplegados (soldados, espías, técnicos, profesores, contratistas y trabajadores civiles) en otras naciones, que los ciudadanos americanos no saben que pagan con sus impuestos. Además, la forma en que el gobierno norteamericano les mete en la cabeza a sus compatriotas, que sus intervenciones militaristas en el planeta, hacen parte de un expansionismo defensor de la soberanía, y no, un imperialismo de guerra en busca del poder económico mundial.

La razón central del por qué el gobierno gringo toma protagonismo en todas las situaciones anteriores, y la justificación de por qué ha instaurado más de 700 bases militares en el mundo (sin contar las que esconden), sólo se encuentra en el petróleo.
Este imprescindible recurso natural no renovable, ha tomado posesión de las mentes más avaras y escalofriantes de poderosos capitalistas del mundo, entre los cuales encontramos las gigantescas corporaciones norteamericanas. Instituciones que con el poder legitimado expresamente por sus incontables y atesorados bienes económicos, han logrado entrometerse hasta en el más puro y justo de los gobernantes del mundo. Es un “mal necesario”, utilizado como herramienta de esclavitud para nuestra sociedad de masas moderna. Único en el mundo y con un grupo insignificante de dueños, que se apoderaron de lo que le correspondía a toda la población del planeta.
Como se puede ver en la historia, la mayoría de las guerras protagonizadas por los beligerantes estadounidenses, han culminado con la construcción de oleoductos custodiados por el ejército americano, que atraviesan países enteros. El resto de conflictos finalizaron con la predominación de E.E.U.U. en el poder político de determinada república, o en que sus bases militares sigan en funcionamiento por decenas de años, incluso cuando la guerra se acabó hace tiempo, con el único fin de conservar ubicaciones estratégicas en diferentes partes del mundo, para próximas actualizaciones de su imperialismo. Como sucede en Okinawa (Japón), donde las bases militares americanas cumplen más de cincuenta años sin interrupción después de la guerra, y ahora no son más que un centro bastante amplio de vivienda militar gringa, que cuenta con bares, prostíbulos, centros de recreación y todo lo que haga al soldado estadounidense orgulloso de su patria. La confidencialidad de estos lugares dan pie, para homicidios de muchos periodistas, que se conservan en la desaparición forzada y la impunidad.
Entonces, es a partir de este tipo de información, cuando los pueblos deben considerar cuáles podrán ser los verdaderos objetivos de una nación tan grande y poderosa, que no necesita ni la mínima colaboración de nadie, como los Estados Unidos de América, para querer entablar un acuerdo militar con determinada república. Ya se ve cómo el concepto de hermano mayor que protege a la nación pequeña, no tiene ningún sentido. Además, el orgullo y respaldo ciego hacia gobernantes caudillistas de tercer mundo, no permiten ver la doble intencionalidad de los autoritarismos internos. ¿Será el gobierno norteamericano ese ente que verdaderamente le interesa la paz y el bien común a lo largo y ancho del planeta Tierra?, o más bien, ¿Podrá ser que el país pequeño está condenado a ser la prostituta de la potencia más grande del mundo?

Esteban Alvarán Marín





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