sábado, 31 de octubre de 2009

Sociedad - ONOFRE Y SUS DOS SEÑORAS

Onofre Rodríguez, huilense de 48 años, es de los pocos que se atreve a recoger algunos perros de los 80 mil que viven en las calles bogotanas.


Al momento de coger el bus, Onofre Rodríguez se aleja aproximadamente cuatro metros de sus dos “perritas”. Justo cuando va a subir por la escalera, les pega un grito: “¡En la juega!”, y ellas ingresan rápidamente al vehículo sin que el conductor se de cuenta. La ruta es la de todos los días laborales, desde el 20 de julio, donde vive él, hasta el parque de la 93, su oficina.

Una vez allí, instala la pista de obstáculos, observa que no haya ningún celador que lo moleste y empieza la función. La primera en actuar es Pili, una french poodle amarilla que apenas puede ver entre los rizos que le tapan los ojos. Vestida con un chaleco verde de lentejuelas y unos moños en cada oreja, recorre la pista de Don Onofre. Salta los tres arcos de plástico una y otra vez; se agacha en algunas ocasiones y los esquiva en otras. Luego de su actuación estelar, Pili regresa donde su dueño, y sin vacilar, Moly comienza con su parte. A diferencia de su compañera, no atraviesa los arcos ni juega con ellos, sólo obedece las órdenes de Rodríguez: que la vuelta, que la mano, que se haga la muerta, en fin. Una vez acabado el repertorio, ambas perritas agarran con el hocico un par de canastas y se acercan al público para recoger dinero; incluso, muy rara vez, se meten en los restaurantes.

Don Onofre Rodríguez se vino a Bogotá a principios de 1999 buscando, como muchos otros, un mejor futuro para él y su hijo. Tuvo que empezar vendiendo “cositas en la calle”, como él mismo lo cuenta. Una vez, al frente de la iglesia de la plaza de Usaquén, vio dos perras escarbando la basura y como estaban limpias, se las llevó para su casa, las peluqueó y les puso nombre. Sin embargo, no todos los perros corren con esta suerte. Según cifras de La Secretaría de Salud Distrital, hay más de 80 mil perros que deambulan por las calles de la ciudad sin un hogar. Y don Onofre lo sabe muy bien porque a parte de sus dos perras, en la casa lo esperan otros cuatro. Él se los encuentra en la calle, les da comida y los deja en adopción a cualquiera que tenga el interés de tener una compañía. El precio es el que cada persona le quiera dar.

Mientras Pili y Moly recogen el dinero, Onofre recuerda la vez que tuvo que llevar a sus compañeras a que las esterilizaran porque son muchos los perros que se alborotan cuando ellas entran en celo. Lo hizo en la localidad de San Cristóbal, en una de las tantas jornadas de vacunación que organiza la alcaldía bogotana durante el año. De repente, se le acercan las artistas y le dejan las canastas al lado de sus pies. Después de levantarlas, con una sonrisa de complicidad, comenta la manera como se dio cuenta del talento de sus perras. “Yo estaba vendiendo escapularios al frente de la iglesia del 20 de Julio. Mientras tanto, Pili hacía trucos en un parque infantil, cogía un vasito de McDonald’s y a la gente le daba gusto lo que la perra hacía y le echaban plata. Ganaba más con ella que con lo que yo hacía vendiendo cositas”. Con esa demostración, fue cuestión de meses para que Moly aprendiera los mismos trucos.

Los perros que Rodríguez recoge de la calle están destinados a vivir en un círculo vicioso. Él los alimenta con lo que puede y si nadie va a adoptarlos, le toca soltarlos de nuevo porque no los puede mantener. Algo parecido, pero más cruel, es lo que sucede con los animales que son encontrados por Zoonosis, el Centro de Tenencia y Adopción Canina y Felina de Bogotá, con sede en el barrio del Muelle. Allí, en medio de centenares de jaulas oxidadas, se pasea Juan José Guerrero observando todos los animales que llegan semanalmente. Él es un estudiante que, impulsado por su madre, decidió adoptar un perro. Con uno de los posibles afortunados en sus brazos, manifiesta su sorpresa ante esta iniciativa de adopción: “No sabía que Zoonosis existía hasta que mi mamá, que ama a los perros, me comentó algo al respecto”. A diferencia del caso de Onofre, los que pretendan adoptar un perro por medio de Zoonosis tienen que pagar 20 mil pesos y comprometerse a cuidarlo debidamente. Lo malo, es que los animales que no son reclamados o adoptados en cinco días tienen que ser sacrificados.


A pesar de las cifras de perros callejeros en la ciudad, la situación de salubridad está controlada. El último caso de rabia en humanos data de 1982 y de 2001 en animales, lo que tranquiliza de alguna manera a Olga Nieto, veterinaria de la fundación MIA. Para ella, casos como los de Onofre Rodríguez y Juan José Guerrero son contados, y lamenta el tener que ver cómo cada semana se sacrifican en promedio 200 animales por que nadie se hace cargo de ellos. Esto sucede a pesar de que existe una amplia legislación sobre los animales en Colombia, como la Ley 5 de 1972, que fue la primera en determinar un orden en la defensa de los animales. La última de estas reglamentaciones se dio en el 2002 con la Ley 746 y en la que incluso el maltrato animal puede ser judicializado hasta como 6 meses de cárcel. Sin embargo, al no tener quién responda por estos animales, la única salida parece ser la muerte.

El sueño de Don Onofre Rodríguez es el que nunca tenga que recoger más perros en la calle, porque cree ciegamente en que ellos sienten de la misma manera que las personas. Con sus dos amigas recostadas debajo de él, empieza a contar la plata que dejó la jornada de trabajo. Aparta lo del concentrado para ellas, lo del bus de regreso y lo demás lo guarda en un canguro que hace las veces de cinturón. Empieza a caminar sobre la carrera 11 y a lo lejos se alcanza a escuchar un grito: “¡En la juega!”.

Luis Gabriel Ángel Rodríguez
Periodista Invitado en LA LUPA

2 comentarios:

  1. Muy buen artículo en lo concerniente al contenido y su escritura. Más que cualquier otra cosa, me gustó el uso del lenguaje, caraterizado por una gramática evidentemente trabajada.
    Felicidades, Lucho! Un saludo.

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  2. MUY BIEN MUCHACHOS, ES UNA PRUEBA TANGIBLE DE SU TALENTO Y ES UN PASO MUY GRANDE QUE DAN, ESO MUESTRA LA IMPORTANCIA Y GUSTO QUE LE TIENEN A SU PROFESIÒN,LOS FELICITO Y ME ALEGRA INFINITAMENTE, EXITOS.

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