Recorrido por el Centro Cultural y Biblioteca Pública Julio Mario Santo Domingo.
Once antiguos eucaliptos de gruesos troncos y frondosas ramas son los centinelas de la sapiencia, que desde el extremo noroeste de la construcción resguardan el ambiente natural del proyecto cultural más ambicioso de los últimos tiempos, en la ciudad de Bogotá.
Justo en frente de la escalinata, que da ingreso a un vestíbulo amplio e iluminado por donde se cruzan los visitantes, se logran ver varios laberintos rodeados por jardines decorativos que se inmiscuyen por los escalones, haciendo que la persona tenga que zigzaguear todo el trayecto hasta el piso elevado.
Arriba, antes de cruzar la puerta de vidrio que comunica la recepción con el húmedo y frío ambiente sabanero, desde un elegante pasillo se observa una planta inferior al aire libre, que es imposible ver desde cualquier punto exterior de la impetuosa obra arquitectónica. Es un espacio ubicado en una depresión artificial de la superficie de la tierra, en el que se encuentra una cafetería y una serie de mesas metálicas donde un grupo de personas toman café mientras comentan la última presentación de la Filarmónica de Bogotá, llevada a cabo en el Teatro Mayor del Centro Cultural.
Un vigilante y dos recepcionistas uniformados guían a cada asistente, en su cita con el conocimiento el día de hoy. Por más que lo intentan, los agasajados pero perdidos visitantes no logran identificar por sí solos la ubicación de la sala que buscan; el vestíbulo es bastante minimalista y no tiene mapas, con los cuales señalar con el dedo alguna orientación; sólo cuenta con una lista insuficiente de todas las salas, separadas por pisos. Del otro lado del recinto, está la taquilla de los dos magníficos teatros –uno de ellos, el Teatro Mayor, es considerado ejemplo en amplitud y calidad sonora a nivel latinoamericano- donde se presentarán las más grandes compañías de teatro, ópera, danza y música del planeta.
Tras la recepción, el maletero toma protagonismo puesto que no es permitido entrar maletines ni bolsas a ninguna de las salas de la biblioteca.
La primera decisión que debe tomar quien desea conocer el centro cultural, es si baja por un extenso pasillo al primer piso, o bien, sube por las escaleras de la izquierda. Como igual pocos tienen conocimiento de qué hay en cada lado, el camino por el que se opte es irrelevante; de igual forma sorpresas hay por cualquiera de ellos.
Bajando hacia la primera planta, es imposible no quedar asombrado por la altura a la que está el techo, tres pisos más arriba. Además, este consta de un sobrefaz en madera, que con muchas líneas que constituyen cuadrados, dan la apariencia de una red por la que se escapan fuertes destellos de luz amarilla.
Por esta ala occidental del edificio se encuentran todas las entradas a los teatros, incluyendo los exclusivos palcos de los pisos superiores. Avanzando por el primer piso se hallan grandes ventanales que albergan dos salas múltiples para conferencias, salas de capacitación que parecen áulas de clase con computadores en todos los puestos, y la Sala Bogotá, que es realmente atractiva por la posición y forma de todos los escritorios, ya que está organizada de forma que cualquier persona ve las caras de todos los interactuantes, adecuado para un debate.
Más adelante, la sala de exposiciones espera a los amantes del arte con una encantadora muestra de los más representativos trabajos del maestro español, Roda, quien vivió una buena parte de su vida en Colombia. Las series de grabados de sus más reconocidas creaciones, como ‘Retratos de un desconocido’, ‘Flora’, ‘Tauromaquia’, ‘Risa’, ‘El delirio de las monjas muertas’ y ‘Amarraperros’, todas juntas, aguardando para ser analizadas por bogotanos y turistas interesados por las imágenes abstractas y los rayones con sentido.
En diagonal a la sala de exposiciones, hay otro pasillo que comunica con el exterior, a la pequeña plazoleta de la cafetería donde hay más jardines: una de las características más atractivas de la biblioteca es que en sus exteriores tiene vegetación por todo lado, lo que produce un gran contraste entre las inmensas paredes pálidas y los transparentes ventanales, con el verde, rojo y amarillo de los distintos jardines. Allí mismo se ubican los baños y la tienda ‘BibloAmigos’, donde se puede conseguir todo tipo de literatura y ejemplares de libros de exposición artística, donde concurren editoriales internacionales muy afamadas, como es el caso de Könemann, y la colombiana Villegas Editores.
El primer piso es el preferido entre los niños. La sala infantil se encuentra allí, con largos estantes llenos de libros de cuentos e imágenes, de los más bellos relatos de caballeros, reinas, princesas y sapos. Las paredes de este espacio están decoradas con simples pero coloridas ilustraciones enmarcadas, de ‘reyes en el mundo de los pies descalzos’ y otros escenarios dignos de la imaginación de los traviesos infantes que corriendo se cruzan de lado a lado, para mostrar a sus padres el nuevo libro que han encontrado.
Para los bebés la biblioteca preparó la bebeteca, donde con libros de sonidos y texturas, se le estimulan los sentidos para un desarrollo pleno y rápido de su ser. También, el espacio de los niños cuenta con una ludoteca y un salón dedicado a los talleres, en el que por estos días se dan clases gratuitas de danza y se realizan clubes de lectura en las tardes.
En un piso superior se halla la gran ‘Sala General’, donde se encuentra la vasta colección de libros que identifica al Centro Cultural Biblioteca Pública Julio Mario Santo Domingo, como una de las más grandes sedes del conocimiento a disposición de los bogotanos, administrada por la Red Capital de Bibliotecas Públicas.
Sólo al momento de ingresar se es conciente de la magnitud de esta obra construida con una inversión que sobrepasa los 100 mil millones de pesos, donados por el magnate económico colombiano dueño del grupo Santo Domingo. Realmente no sé qué es lo primero que todas la personas ven en este lugar: en la izquierda, cuarenta computadores de última tecnología sirven para navegar en internet; también hay unos cuantos ordenadores dispuestos alrededor de la recepción de la sala, en los que se realizan las consultas de libros, material de video y de sonido; un poco más al fondo hacia el oriente, se construyeron cubículos privados de estudio, compuestos por una mesa y cuatro, seis u ocho sillas –dependiendo del cubículo- encerradas entre cuatro vidrios, pero con una maravillosa característica, la vista esplendorosa que tienen hacia los cerros orientales que custodian la ciudad; a la derecha, la sonoteca que cuenta con bastante cómodos sillones donde el visitante se sienta y acomoda sus audífonos al mismo tiempo que toma algún ejemplar de la prensa del día; si mira un poco hacia arriba hay un segundo piso que circunda la ‘Sala General’, dotado de una gran cantidad de escritorios y sillas para estudiar en grupos; un poco más al fondo por el primer piso de esta estancia, se ven todos los estantes en los que habitan esos seres inmóviles pero cargados de cultura, debidamente organizados bajo la ‘Clasificación Internacional Bibliográfica de Dewey’; el techo es igual a como todo el centro cultural, altísimo, pero éste tiene unos huecos en forma de cubo con una pirámide con la punta hacia abajo, que sirve para que a través de grandes ventanales, traspase la luz del astro solar hacia el interior de la biblioteca.
En un recorrido por los estantes, que tienen cuatro niveles y no sobrepasan la altura de un ser humano promedio, se encuentra desde el libro de ‘Los Árboles del mundo’, el ‘Tratado de Pediatría’ de Escobar, los libros de arquitectura más costosos del mundo de la editorial alemana Taschen, literatura de Vargas Llosa, ‘La Guerra Civil Española’ de Antony Beevor, hasta ‘La Venganza de la Vaca’ de Sergio Aguirre y el controversial ‘Persépolis’ de la iraní Marjane Satrapi.
Un poco más pequeños y ubicados hacia el centro de la sala, otros estantes resguardan los costosos libros de arte, donde se descubren los dos libros más grandes de toda la biblioteca: El gran ‘Atlas Phaidon de Arquitectura Mundial del Siglo XXI’ de la editorial Phaidon, y el encantador libro titulado ‘Diego Rivera. Obra Mural’ de la editorial Taschen, una exhaustiva recopilación de todos los trabajos de uno de los más representativos artistas mejicanos del siglo XX.
La biblioteca cuenta con suficientes sillas y mesas para que ningún visitante tenga que esperar la salida de otro. Los colores que predominan dan un ambiente opaco y simple, pero bastante elegante. Dan ganas de sentarse y disfrutar de una buena crónica de la argentina Leyla Guerriero, una poesía de Neruda, una novela de García Márquez, o simplemente, tomar un libro de paisajes naturales colombianos y deleitarse.
Yo no soporté más. Mi alma se introdució en un submarino creado por la imaginación futurista de Julio Verne, mientras mi cuerpo yacía en uno de los sillones cafés de aquel sosegado lugar.
Esteban Alvarán Marín
Periodista LA LUPA
lalupaopinion@gmail.com
Fotografías: Esteban Alvarán Marín.
Hola, me encantó su descripción y comentarios,ahora es mi segundo hogar. Usuaria frecuente. Es mi Biblioteca viva desde hace 12 años y 8 meses. Nelly Ávila. Gracias.
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