Óscar Julián Ruiz es el árbitro sudamericano con mayor cantidad de partidos dirigidos en el hemisferio. Ha asistido a dos Copas del Mundo de la Fifa y a sus 40 años ha sido seleccionado para representar a Sudamérica como uno de los 30 árbitros que arbitrarán la próxima cita mundialista, que se celebrará en Sudáfrica en los meses de junio y julio.
Un impresionante amanecer llanero y unas enormes extensiones de campos ganaderos, características del Meta, abrieron el portón de Villavicencio, ‘La puerta del llano´. La tierra donde se habla de mitos y leyendas, el pueblo donde hace 40 años nació uno de los mejores árbitros sudamericanos de la actualidad: Óscar Julián Ruiz, quien ha pasado de ser una promesa a convertirse en una leyenda del arbitraje colombiano. Él dio lugar a este perfil.
A eso de las 11 de la mañana apareció a lo lejos. A pesar del calor y la humedad sofocantes, él vestía una camisa con mangas largas con sus botones abrochados. Es un hombre alto y corpulento. Mide en promedio un metro con 85 centímetros y tiene la espalda ancha. Para quienes duden de los beneficios del deporte y el ejercicio tendrían que ver el trabajado estado físico de Ruiz. Su expresión gestual no es la típica de varios de sus colegas de oficio, que por lo general expresan rudeza y bravura, queriendo así imponer autoridad. Su rostro permanece ajeno a las tensiones y siempre tiene una modesta sonrisa para mostrar. Sin duda encajaría en una ‘tipología’ de caras sacerdotales. Casualmente él expresó: «Siempre tuve la intención de ser sacerdote».
Posiblemente a Óscar Ruiz Mondragón le hubiera gustado más la idea de ver al menor de sus siete hijos, hecho sacerdote o ejerciendo cualquier otra profesión u oficio distinto al arbitraje, de hecho se opuso desde un comienzo a que su hijo optara por ello, pero Óscar Julián fue persistente, y así labró su destino, yuxtapuesto al arbitraje.
La vida de Ruiz está condicionada por un dilema permanente y «desagradable». Su conflicto interno es la imposibilidad de administrar justicia totalmente. Tan pronto como llega al camerino del estadio se enfunda su ‘toga’ y no defiende ninguna de las dos partes enfrentadas en el ‘litigio’ de un partido de fútbol, por el contrario, es quien sentencia el pleito. Su profesión y su oficio van en contravía, aún cuando parezcan complementarias. «En el derecho se toma el proceso, se toman los términos que impone la ley, se dicta sentencia luego de haber apuntado pruebas y escuchado a las partes y al Ministerio Público. En el fútbol no. En el fútbol el árbitro mira y en un segundo dicta sentencia».
«Mi padre me dice que marque lo que vea, no lo que me presuman o me influyan»
Ruiz nació en el seno de una numerosa familia de clase media baja. Además, era una familia netamente deportiva. La influencia, así fuese indirecta, era contundente: su padre era árbitro profesional de baloncesto, y en su momento fue encestador nacional; por otro lado un tío suyo llegó a ser preseleccionado nacional de baloncesto. Así, resultaba casi inevitable que a Ruiz no se le pasara por la cabeza plantearse ser quien administrara justicia en los campos de juego, cuando veía a su padre hacerlo jornada tras jornada.
La travesía de Ruiz por los campos de juego comienza en la década de los años ochenta. Inicialmente se dedicó a observar a su padre desempeñándose en su labor: «Siempre acompañé a mi padre a sus partidos. Me ponía de ‘recogebolas’ y en un partido recibí un golpe en la cara que me reventó la nariz». Un día, padre e hijo, asistieron a un curso de instrucción arbitral. Ese día Ruiz demostró especial interés en la materia del arbitraje, lo que llamó la atención del instructor, y por aquel entonces árbitro profesional, Alirio Torres, quien le recomendó que se dedicara a ello. Luego Torres se convirtió en su maestro.
Así, con la enseñanza de Torres y la asistencia de su padre, así fuera a regañadientes, Ruiz se enroló en los destinos del arbitraje en 1984, con tan solo 14 años de edad, aunque previo a esa fecha él ya tenía algún antecedente: «Yo organizaba torneos de barriada y los arbitraba». De ese modo iba aplicando los conocimientos que adquiría en los continuos acompañamientos a su padre. Cuando se le pregunta quiénes han sido sus modelos a seguir en su oficio, Ruiz confiesa: «Mi padre fue siempre mi ídolo arbitralmente»; lamenta la muerte de su maestro Alirio Torres: «Murió sin verme triunfar»; y declara una ferviente admiración por los ex árbitros Juan Carlos Loustau, argentino, y Arnaldo César Cohelo, brasileño, quienes triunfaron internacionalmente en los escenarios sudamericanos y en varias Copas del Mundo.
‘El llanero’ solitario
Cuando Marino Millán, periodista deportivo de la ciudad de Cali, decidió llamar por primera vez a Ruiz como ‘El llanero’ seguramente lo hizo para diferenciarlo del resto de árbitros, teniendo en cuenta que para aquel entonces él era el único juez de los llanos orientales que dirigía en la primera división del fútbol colombiano. Pero Millán nunca se llegó a imaginar los alcances de aquel apodo, que hasta en la prensa internacional lo destaca así.
Ante esta cuestión Ruiz aclara que ese apodo le fue impuesto por la prensa. «Mi apodo era Cacharrito. Era un apodo de familia», a lo que añade: «Ya apareció Ímer Machado, que también es llanero, entonces será ‘El llanero’ Ímer Machado», refiriéndose a otro árbitro de los llanos orientales, que hoy por hoy es revelación de referato colombiano y del departamento del Casanare.
Es peculiar, pero Ruiz es un solitario rodeado de muchas personas. Como abogado, es docente en la Corporación Universitaria del Meta con sede en Villavicencio, ciudad donde reside. Ser un hombre solitario en ambientes como el universitario y el del fútbol resultaría extraño y hasta contradictorio, pero Ruiz admite: «Soy una persona muy difícil de entender», además advierte: «No me gusta que nadie intervenga en mi vida, así como yo no intervengo en la de nadie». Pero la razón de su soledad no sólo es cuestión de preceptos establecidos por sí mismo, sino que su oficio juega en contra de sus relaciones: «Soy una persona con pocos amigos porque viajo mucho».
Pero no toda soledad es sinónimo de aislamiento. Ruiz va en solitario hasta en las estadísticas. Ostenta una marca de 11 finales internacionales, tanto a nivel de clubes como de selecciones nacionales: 57 partidos dirigidos en Copa Libertadores de América, 3 partidos dirigidos en la Copa del Mundo 2002 -fue el sudamericano que más dirigió-, uno en la Copa del Mundo 2006, 16 partidos clasificatorios a tres Copas del Mundo de la Fifa, entre otros registros estadísticos. Marcelo Mármol de Moura, periodista y estadígrafo argentino, lo define como «joven y a la vez altamente experimentado juez colombiano que va camino de convertirse en un grande del referato».
Ruiz y Juan Carlos Loustau comparten el puesto 16 del Ranking Mundial Histórico de Árbitros de la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS), aunque Ruiz manifiesta tajantemente: «Yo no actúo para estar en listas estadísticas, pero es un honor estar en ellas». Tanto Ruiz como Loustau son de los mejores sudamericanos clasificados en el ranking histórico de la IFFHS, sólo superados por el uruguayo Jorge Larrionda.
Quizás la asignatura pendiente en el currículo de Ruiz sea dirigir la final de una Copa del Mundo, lo que él define como «la ilusión», pero hace una salvedad: «no pitarla no sería una frustración».
Un árbitro de finales
Ruiz es un hombre de duras batallas. En Sudamérica es prenda de garantía para aquellas finales que siempre resultan ser cerradas y complicadas para un juez, pero la experiencia y el bagaje del colombiano lo abalan en esas instancias definitivas. «La final más dura fue Sao Caetano-Olimpia en la cual eché a los dos técnicos y a un jugador, pero todo salió bien. Ese partido lo califican casi de perfecto arbitralmente». «Las (finales) que más recuerdo son: la final de la Copa América 1999, Brasil-Uruguay, y la final de la Copa Intercontinental de Clubes entre el Real Madrid y Boca Juniors», en el año 2000.
Si bien un partido Brasil-Argentina clasificatorio a una Copa del Mundo no se considera una final, Ruiz se enorgullece cuando habla de ese partido. «Para mi concepto Brasil contra Argentina es el clásico del fútbol mundial y siempre es un honor dirigirlo. Yo lo he dirigido cuatro veces». Para Ruiz aquel controvertido partido en el que se vio obligado por el reglamento a sancionar tres penaltis a favor del seleccionado carioca ha sido uno de los más exigentes arbitralmente hablando: «(Las faltas) las hubo y las consideré en su momento, y si vuelvo a verlas las sancionaría de nuevo, porque fueron penaltis».
A raíz de ese polémico Brasil-Argentina por las eliminatorias a la Copa del Mundo de 2006 la opinión deportiva a optado por ‘matricular’ a Ruiz dentro del grupo de árbitros que favorecen a los equipos brasileños en los torneos del continente –hasta el punto de llamarle “Ruizinho”-, a lo que él contestó muy enérgicamente, como queriendo que no quedara una sola duda de su proceder: «De las once finales que he dirigido, he dirigido siete con equipos brasileños y ninguna la ha ganado un brasileño».
«Sí el fútbol no es perfecto, ¿por qué quieren que los árbitros lo sean?»: Pierluigi Collina
A lo largo de sus 24 años de carrera profesional en el arbitraje -debutó profesionalmente en el histórico partido en el que Santa Fe le ganó a su acérrimo rival, Millonarios, por 7-3-, Ruiz ha creído que «el triunfo es saber hablarle al jugador», y deja en claro que «el respeto hacia el árbitro se gana acertando y respetando a los demás». De hecho hubo espacio para las anécdotas curiosas que nunca han de faltar en el fútbol.
Para el argentino Daniel Tilger, uno de los jugadores más controvertidos que ha jugado en el fútbol de nuestro país, el mejor árbitro que le ha dirigido un partido ha sido Ruiz, considerando el buen trato que, según él, da a los jugadores.
«‘Carepa’ Gaviria, que en paz descanse, se vino a protestarme fuertemente y lo primero que le dije cuando se paró en frente de mi fue: “¿Qué perfume tiene?, huele bien”. El tipo empezó a hablarme del perfume, me dijo que era Tommy (Hilfiger), y se le olvidó qué venía a protestarme».
«En una ocasión fui invitado a Buga por el Gobernador del Valle. Cuando fui anunciado yo me esperaba una silbatina muy berraca porque allá hay muchos hinchas del Deportivo Cali y del América, con los que me he equivocado muchas veces. Pero no fue así, y por el contrario recibí una ovación, y eso me llenó».
Para Ruiz puede que el papel más ‘desagradecido’ en el fútbol no sean los porteros sino los árbitros. «Sí un árbitro se equivoca en un saque de banda lo ‘madrean’ y lo corean. Un jugador ‘bota’ un penalti y no es tanto como lo ‘madrean’ y es el mismo ser humano que se equivocó». Él atribuye esos comportamientos de los jugadores y de la afición a la ausencia de cultura, de una «cultura generalizada».
«Los árbitros somos como un Alkazetcer: subimos en efervescencia y después plubb… Bajamos »
Su experiencia le permite dimensionar la gravedad de sus decisiones, algo que sólo se logra tropezando más de una vez. El viejo adagio “a punta de trancazos se aprende” redondea esta situación a la perfección. Además, él tiene muy claro que las responsabilidades, al igual que las oportunidades, son individuales: «Yo respondo por mis actos, no por los de los demás».
Quizás la peor derrota de Ruiz fue la Copa del Mundo de 2006, celebrada en Alemania, en la que sólo dirigió un partido: Holanda-Costa de Marfil, por el grupo C del certamen. «Yo tengo una ‘espinita’ de lo que pasó en Alemania». Sus decisiones arbitrales de alguna manera influyeron en el destino del compromiso y de paso lo dejaron sin la posibilidad de dirigir más en dicha cita mundialista. El partido era fundamental dado que ambas selecciones llegaban al partido dependiendo de ése resultado para clasificarse a la siguiente fase del torneo. «Yo no culpo a nadie, el culpable fui yo. Me equivoqué y pagué por ello».
Para un amplio sector de la prensa deportiva esa Copa del Mundo era su oportunidad de consagrarse, aún cuando fue el mejor sudamericano en la Copa del Mundo de 2002, en la que dirigió tres compromisos, incluido un duelo de la serie de ‘Cuartos de Final’. «Nosotros nos preparamos para triunfar, pero fracasamos».
«La política siempre me ha gustado»
Ruiz tiene un gusto especial por la política. Durante algún tiempo ocupó una curul como diputado del departamento del Meta representando al Partido Cambio Radical, perteneciente a la coalición del gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez. «Soy uribista, más no soy partidario de una segunda reelección». Aún cuando es más reconocido por su labor en el arbitraje, su intervención en política fue determinante: «Por la política generé mucho odio», aunque, para él, en el llano hay más gente que lo quiere, en vez de odiarlo.
A Ruiz no se le pasa por la cabeza el retiro del arbitraje en estos momentos, cuando está en plena madurez física y conceptual, aunque no deja a la suerte qué será de su destino. A corto plazo tiene planeado hacer una maestría, ya tiene una especialización en gestión de gobierno municipal y regional y espera continuar preparándose en el ámbito del derecho. Tiene claro que de su preparación dependerán sus oportunidades a largo plazo: «Aspiro a terminar en el exterior, en una embajada, haciendo patria, demostrando que Colombia es buena, que somos más los buenos que los malos».
Es consciente de los riesgos que corre si decide optar por la política, aunque en el arbitraje los peligros no son distintos ni menores. Recordó aquel partido por el repechaje a la Copa del Mundo de 2006 en el que jugaron las selecciones de Bahrein y Trinidad y Tobago: «Fue durísima. Había un premio para cada jugador de Bahrein de una casa, 50 mil dólares y un auto por clasificar al mundial, y yo anulé un gol», que hubiera forzado a la definición desde los tiros de penalti. «Temí por mi vida».
Edwin Díaz Palma
Periodista LA LUPA
lalupaopinion@gmail.com
Fotografía: FutbolRed.com. http://www.futbolred.com/contenido/libertadores/noticias/fasedegruposi/IMAGEN/IMAGEN-4875054-2.gif
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