Para exterminar el conflicto armado en Colombia, se debe atacar primero la raíz del problema.
Lastimosamente a los colombianos nos ha tocado aprender lecciones de ‘progreso nacional’, sólo a través de los errores de la experimentación. Pasan posturas presidenciales de diferentes enfoques para acabar con la guerrilla y paramilitares, pero el conflicto sigue allí, entre un país con tan grandes oportunidades, afectando frontalmente su desarrollo. Unos políticos se inclinaron por el diálogo, otros por la guerra; uno que otro hace parte del otro bando. Aunque ninguno le ha podido a la violencia, el problema sí tiene solución: sólo hay que analizarlo desde otro punto de vista.
Muchos se sorprendían desde hace algún tiempo cuando alguien les hablaba de la existencia de grupos insurgentes en Colombia, puesto que el presidente Uribe construyó durante sus mandatos una falsa imagen del estado del país, mediante su excelente habilidad del manejo de los grandes e influyentes medios tradicionales de comunicación. Engañó a la nación con supuestas y muy bien promocionadas ‘entregas’ de frentes paramilitares. Además, con suerte o no, los golpes militares de éxito en contra de las FARC fueron razón de millonarias inversiones publicitarias, con el fin de que cada hecho de estos estuviera en la mente del colombiano (Entre muchos ejemplos, la famosa operación Jaque). Por eso las afirmaciones como “la guerrilla está devastada”, no dejaban de escucharse en la calle. Pero tales imaginarios sin sentido de la realidad se han ido desgastando al no tener argumentos que los soporten: las violentas situaciones protagonizadas por los grupos al margen de la ley en los últimos meses (secuestros, tomas, asesinatos, etc) se encargaron de contradecir las estadísticas del conflicto armado que garantizaba la política ‘uribista’ de la Seguridad Democrática.
Hechos como el del pasado sábado 20 de Febrero, donde un numeroso grupo de las FARC atacó la población de Caldono (Cauca), o como el atentado contra el Gobernador del Guaviare hace poco más de una semana, muestra a la nación los ineficientes resultados de la política ‘guerrerista’ del actual jefe de estado. Los altos presupuestos que le han quitado a sectores como la educación y la salud, y que han sido invertidos a la guerra desde hace ocho años, han sido utilizados para poner soldados a cuidar carreteras en temporadas, compras de armamento, para remodelar y ampliar las instalaciones militares, entre otros gastos, pero no muestran resultados. No sirven para nada los increíbles sueldos, bonificaciones y pensiones que les garantizan a los militares una gran calidad de vida, a partir de los impuestos: la situación sigue igual.
Por tales razones, debe recortarse el presupuesto militar y se debe mirar soluciones alternativas.
¿Cómo se puede esperar acabar con la guerrilla cuando a diario se alimentan reclutando nuestros jóvenes y campesinos? Por mucha bala que se les dé, siempre estarán incorporando más personas. Son las personas del campo las más vulnerables a integrarse en las filas de grupos insurgentes, por su bajo nivel educativo y nula capacidad para entender la realidad del país, y mucho menos, las vías de desarrollo posibles. Según un informe del 'Tribunal Internacional sobre la Infancia afectada por la Guerra y la Pobreza' presentado el año pasado, podrían ser 17 mil menores reclutados por las FARC, los que combaten en las montañas.
Sólo la educación tiene la capacidad de evitar el reclutamiento de personas en los grupos al margen de la ley. Sólo ella tiene la posibilidad de enseñarles a los jóvenes las verdaderas vías del progreso de una nación. Sólo a través de los maestros, los niños que estudian en veredas podrán estar alarmados sobre las verdaderas fechorías y contradictorias ideologías de las que hace parte la guerrilla que circunda los caminos que los lleva a la escuela.
En una política que se establezca la educación sobre la guerra, y no al revés, el país podrá atacar unilateralmente las bases en las que se mantiene la violencia hace décadas. Las guerrillas se encontrarán en el campo, los colegios y las universidades con personas conscientes del conflicto en el que se encuentra Colombia, y no será fácil para ellos convencer alguien para reclutarse en sus filas, a cambio de dinero y paraísos utópicos. La educación, les habrá enseñado cual es el camino que lleva a la paz y el desarrollo en Colombia.
Es la educación una gran herramienta, que de ser perfectamente aprovechada, funciona como poner un fusil de paz en contra del terrorismo en la mente de todos los colombianos. De seguro que si las personas son bien guiadas desde su infancia, no habrá ninguna que se entregue a hacer parte del conflicto como guerrillero. Así entonces, de raíz los grupos insurgentes comenzarían a perder fuerza.
El colombiano aunque piense que por no tener un control o poder político, no le corresponde llevar a cabo el cambio, es quien debe dar el primer paso fundamental. Se acercan las elecciones de congreso y presidente de la república, y las listas de candidatos son largas y llenas de caras ‘guerreristas’ muy populares. Son pocos los candidatos que se convencen de atacar la guerra de una forma más inteligente, desde la raíz.
Ataquemos todos con nuestros votos el conflicto armado nacional.
Esteban Alvarán Marín
Periodista LA LUPA
lalupaopinion@gmail.com
Fuente Fotografía sumario: Policía Nacional. La foto fue hallada en el computador del abatido jefe guerrillero 'Patamala'. http://static2.elespectador.com/files/images/mar2009/da388d0607bf9a7bed09695d9074c714.jpg
Fuente fotografía cuerpo de texto: educac21.jpg
Gran análisis. pensaría que además de la educación también el desempleo juega un papel importante en el reclutamiento de estos grupos violentos. ¡Todos en contra de las FARC!
ResponderEliminarAnónimo, gracias por su comentario, ha sido un gran aporte: Totalmente de acuerdo en que el desempleo juega un papel relevante en la situación. Con este artículo quise enaltecer un empobrecido ámbito (la educación) que tiene bastantes repercusiones en el conflicto armado de nuestro país, pero claro, no es lo único que hay que hacer.
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