La
gran responsabilidad que se viene para la Nación.
Termina un año
lleno de motivos de celebración para algunos de nosotros, para otros termina
con un sinfín de pérdidas invaluables y muchos no lograron siquiera llegar al
final de este 2010 para celebrar. Ese parece el drama natural de la vida cada,
pero este año se despide de nuestro País dejando a un gran número de nuestros
compatriotas en el segundo grupo y con más de un ser querido dentro del
tercero, todo por cuenta de una tragedia de la que, con el facilismo y la
irresponsabilidad que tristemente nos caracteriza en ciertas circunstancias,
hemos culpado a la Naturaleza.
Los problemas
que afrontaban muchas regiones del País año tras año durante la temporada
invernal, este año se acrecentaron bruscamente desbordando la capacidad de
reacción tanto de los habitantes de las zonas afectadas, como de las
autoridades locales y nacionales. El invierno ha llevado consigo muchas vidas,
innumerables hogares y, a muchos, literalmente los desterró sin la menor
tregua. Alrededor de una veintena de municipios tendrán que ser reubicados, la
cifra de damnificados sobrepasa ampliamente los dos millones de personas y las
pérdidas materiales son incalculables. Tienen razón muchos al calificar esta
ola invernal como “la peor tragedia natural de la historia de Colombia”.
Pero en medio
de la tragedia existe una luz de esperanza para el País, pero depende de
nuestra capacidad de aprender y corregir que se pueda llegar a ella.
La inundación
de un gran porcentaje de los municipios cercanos al río Magdalena evidenció
algo que desde hace mucho se conoce pero se ignora: el riesgo de desarrollar
asentamientos humanos en zonas ribereñas. El daño en el Canal del Dique ha
llamado la atención sobre la función de las Corporaciones Autónomas Regionales;
en adelante se esperará un mayor control sobre ellas. La necesidad de reubicar
algunos municipios obligará a desarrollar para ellos nuevos Planes de
Ordenamiento Territorial (POT), lo que a su vez hará evidente la manera
irresponsable como estos se desarrollaron en la mayor parte del País, y
probablemente obligue a un replanteamiento de muchos de ellos.
Sin embargo,
pese a lo positivo que pueda parecer el aprendizaje de esas lecciones, Colombia
enfrentará en 2011 un reto de la misma magnitud que esta tragedia. Una
importante porción de la tierra cultivable de nuestro territorio ha sido
reclamada por la naturaleza y pasarán varios años antes que ella misma nos
vuelva a conceder su uso. La reconstrucción y reubicación de las zonas
afectadas representará un enorme esfuerzo en términos económicos, además de la
enorme labor que tiene el Gobierno Nacional de desarrollar una estrategia
eficiente de recuperación.
No obstante,
esos esfuerzos, tanto los económicos como los políticos, son la primera
oportunidad que tiene el País de corregir su rumbo en muchos aspectos y son a
su vez una oportunidad sin precedentes para la generación masiva de empleo,
bien sea en las labores físicas de construcción que requerirán un enorme número
de mano de obra calificada y no calificada, o en el diseño de las políticas
públicas que designarán el rumbo de la recuperación una vez se brinden las
primeras atenciones a los afectados.
Dicha
generación de empleo pude traer un importante crecimiento económico que de la
mano con políticas macroeconómicas responsables por parte del Banco de la
República y el Ministerio de Hacienda, pueden enrutar a Colombia en la senda
del desarrollo, un desarrollo sostenido y digno, un desarrollo, en sentido
amplio, humano.
No se trata de
un pragmatismo extremo en el que se pretenda plantear que la tragedia que hoy
afrontan más de dos millones de colombianos deba ser visto como algo positivo
para el País ¡Tal premisa sería inconcebible e inaceptable! Se trata de llamar
la atención sobre la necesidad de no dejar que esa tragedia sea en vano. De no
permitir que el drama de nuestros compatriotas quede solo como un triste
recuerdo.
Ahora existe
una enorme responsabilidad, no solo para el Gobierno y para el Estado, sino
para toda la Nación colombiana, de convertir la mayor tragedia de nuestra
historia, en el inicio de nuestro camino hacia el desarrollo en honor a quienes
estoicamente debieron resistir ésta y otras tragedias a causa de muchos errores
históricos y muchos contemporáneos.
Colombia,
mostremos también en esto nuestra solidaridad con los afectados por el
invierno. No dejemos pasar esta oportunidad en honor a ellos.
Nicolás Osorio
Periodista LA LUPA
nicolas@nicolasosorio.com
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