Del nuevo cine comercial se desprenden nuevas revelaciones. Las
tramas han cambiado, han dado sutiles giros, tanto en su estética y
puesta en escena, como en sus contenidos. Las viejas y anquilosadas
pautas de violencia, narcotráfico y guerrillas, están a punto de ser
desplazadas por unos filmes que se apropian más y mejor de temáticas
universales. La violencia persiste y el sexo se acentúa, pero las
producciones se han vuelto compartidas, binacionales, y poseedores de
toda una gama de lenguajes.
El fracaso de mostrar una realidad
verde, de montes y fusiles, a un público disperso y francamente urbano,
fue inminente. Todos se hastiaron de las mismas guacas y el mismo polvo
blanco tan realista y lo que quieran, pero por lo mismo tan
mortalmente aburrido. Para mal o para bien, los nuevos espectadores del
cine comercial ven su realidad desde el cristal de lejos, como se ve a
un tiburón en una pecera gigante. Como respuesta a esa situación, desde
producciones anteriores como perro come perro – un filme más bien
seudo comercial, pero aún así un hito en la pantalla grande- se le vino
dando un giro a esta forma de ver cine ya que se imprimió un toque más
perverso y descarnado, y por lo mismo menos predecible y monótono. Sin
embargo, parecía que deshacerse del lastre de tantas cataratas en el
cine no era fácil, ya que la alternativa tampoco fue la ridícula
utopía colombiana de El Paseo, que no es ni caliente ni frio, y que solo
es comprensible desde la visión provinciana de siempre.
Quisiera
pensar entonces que algunos advirtieron que debían ponerse al tanto de
los verdaderos temas, y que sobre el cine recaía la responsabilidad de
brindar un nuevo mensaje a un público también diferente, es decir, más
frívolo, irresponsable y tragicómico, que se define a sí mismo como
mucho más consumista y “actual”. En ese marco, y bajo ciertas
aspiraciones, surgió El Jefe, una historia controvertida por su humor
escatológico y sus retratos sociales. Un filme que sonsaca carcajadas
distintas e incentiva otra clase de reflexiones, pues ¿qué es realmente
eso de hacerse cargo de un departamento de Recursos Humanos en
cualquier empresa? ¿Verdaderamente se puede concebir el mínimo de
buen trato, altruismo y comprensión, dentro de la lógica de la más
abyecta competencia, la producción y el mercado? ¿Quiénes son los Jefes,
los líderes de hoy en día?
Pues el público no paró de
reírse durante toda la función por encontrar las situaciones lo bastante
familiares como para reconocer en ellas el morbo de la infidelidad, la
tortura matrimonial, y los mensajes de texto desenfrenados que ocupan el
nuevo terreno efímero y cada vez menos real de la sociedad de cables y
fibras ópticas. La figura decadente del Jefe tampoco fue problema: en
el fondo todos nos identificamos con el tedio que nos produce el trabajo
y la agobiante rutina de nuestro mundo. No soportamos la idea de
convivir con los otros en el encierro de las responsabilidades; nos
pasamos sembrando pesquisas y buscándole el quiebre a todo. Tampoco
estamos conformes con nada, ni con nuestras mujeres, ni con nuestros
hogares. De hecho, los moteles parecen ser el único refugio sincero, el
único interregno y la única válvula de escape posible de nuestro
entramado social, tal como se ve en la película. Dentro de cada persona
habita un Jefe sinvergüenza, hedonista, único rey en el reino de la
depravación, del sinsentido que nos circunda en peligrosos saltos junto
al ansía de superación y libertad que, siendo fiel a la clasificación de
la película, no es más que una comedia apta para mayores de doce años.
Andrés Pardo Quintero
Columnista LA LUPA
andresfelipepq@hotmail.com
Buen artículo y aunque no me he visto la película, quisiera ver el retrato de lo que escribe y de lo que es esta sociedad efectivamente.
ResponderEliminar