domingo, 11 de abril de 2010

Cultura - MIKE, EL DE LA 'BIKE'


“Quería decir que había pisado el territorio colombiano, entonces con mucho miedo crucé el puente y tan pronto como pude me devolví: ya conozco Colombia, me dije”. Así recuerda Mike Ceaser su primer acercamiento al país hace cinco años, cuando se encontraba en la frontera con Venezuela.


Se trata de un hombre flaco y alto, de unos 40 años. Sus prendas delatan un estilo simple y descomplicado, propio del que disfruta los deportes. En sus manos grandes hay muestras de grasa de bicicleta, producto de su oficio. Con una mirada que se pasea por los límites de lo discreto, lo tímido, lo callado y lo sencillo Mike asegura que se dejó fascinar por La Candelaria, por su ambiente juvenil y porque brinda la sensación de una pequeña comunidad en la que todos se conocen.

De ello no queda la menor duda, cuando caminando por las empinadas calles de piedra de La Candelaria sus vecinos lo conocen y lo saludan al tiempo que su mascota “Pachita”, una perra de color blanco y negro, le bate la cola. Esta escena se repite cada vez que Mike llega de caminar por el barrio o de hacer un recorrido en bicicleta a un grupo de turistas.

La llegada

En los planes de este hombre nunca estuvo mostrar a los turistas lo bueno, lo malo, lo feo, lo atractivo y lo cautivador de Bogotá, la capital del país, pues sólo hasta cuando vivió en Venezuela le interesó la situación de nuestra nación. Mike es un periodista estadounidense apasionado por viajar. Entre los países en los que ha vivido se encuentran Chile, Bolivia, Paraguay y Venezuela, del que salió debido a desacuerdos con el gobierno chavista, por la constante intervención a la prensa.

Hace cuatro años llegó a Bogotá. Para esa época todavía trabajaba como periodista para la prensa estadounidense, pero debido a que ésta también ha sentido las consecuencias de la crisis económica, el extranjero buscó nuevas fuentes de ingresos. Fue entonces cuando la idea de ofrecer tours en bicicleta a los turistas llegó a su cabeza. Se trata de un servicio ofrecido en ciudades como Lima, Buenos Aires, Santiago de Chile, e incluso lugares de Europa y Estados Unidos.

Mike hablaba con su vecino francés Stève Macraigne, sobre montar un negocio en el que libros, música y bicicletas compartieran el mismo espacio. Así nació el Café-Bici, ubicado en la carrera tercera con calle 13 desde hace seis meses. El sitio tiene el toque de los extranjeros, se trata de un ambiente familiar y relajado. Es inevitable que el visitante se sienta acogido por la sonrisa de Stève, la música francesa de fondo y el dulce olor de los crepes, recién salidos de la cocina, que parecen gritar “cómeme”. Entre un café y otro, los turistas se animan a tomar el recorrido en bicicleta por la ciudad.

En la mitad del lugar, frente a una pequeña sala, se encuentra una biblioteca repleta de libros en inglés, español, francés y alemán. Algunos de estos tienen ese agradable olor a ejemplar viejo, que incita al lector a abandonarse entre sus páginas.

El estadounidense admite entre risas, que no conoce ni el título de los libros escritos en francés o alemán. Sin embargo, ve la necesidad de la existencia de un espacio en donde cualquiera pueda cambiar o comprar un ejemplar escrito en otro idioma diferente al español. “En Quito, por ejemplo, hay por lo menos cuatro librerías con títulos en varios idiomas, ubicadas en la zona de los hostales”, asegura este hombre, esperando a que la difusión y venta de los títulos aumente.

“Mañana será otro día”

Cada día es diferente al anterior para Mike, todo depende del flujo de turistas que haya por la ciudad. Cuando no se encuentra haciendo un recorrido, el extranjero se pasea por los hostales animando a los viajeros a que conozcan Bogotá de una forma original. Si ninguna de estas dos tienen lugar, no lo piensa dos veces para engrasar sus manos, y hacerle el mantenimiento a las cerca de 30 bicicletas del local. Se trata de un cuidado riguroso que incluye ir a recoger nuevas bicicletas, engrasar las cadenas (y con ellas sus manos), limpiar las varillas y rematar dando una vuelta a la manzana en la bicicleta que se le hizo el mantenimiento.

Su pasión por el ciclismo y su gusto por conocer lugares y personas confluyen en su trabajo. Mike asegura que se conoce mejor la ciudad en bicicleta, ya que de esta manera se tiene la oportunidad de detenerse en los lugares, de hablar con los residentes, de ver, oír, oler, todo ello solo es posible en bicicleta. Los recorridos varían dependiendo del número de personas e intensidad, por lo general duran unas 4 horas y cuestan $25.000 que incluyen la bicicleta, el casco y el servicio de guía.

Una cosa sí es segura: el turista conocerá lo bueno y lo malo de Bogotá. Mike se ha encargado de pasear a los extranjeros por lugares a los que los mismos bogotanos pensarían dos veces para ir y la verdad es que todos han quedado encantados.

Fue el caso de Miriam y Jaime, de Barcelona, quienes encontraron el Café-Bici caminado e hicieron el recorrido por La Macarena, Chapinero, la Plaza de Toros, la Universidad Nacional, el Parque Simón Bolívar. Tomaron la calle 26 pasando por el Cementerio Central y remataron con el barrio Santa Fe, principal zona de tolerancia de Bogotá. Para la pareja, vale la pena hacer el tour, porque pudieron preguntarle a Mike sobre problemas sociales en Colombia y visitar zonas estigmatizadas sin que nada les pasara.

Como la mayoría de los extranjeros que visitan el país, los españoles se van con un prejuicio menos: Colombia no es como la pintan. Se dejaron fascinar por una ciudad joven, llena de vida, una capital innovadora en muchos campos, en donde “las reivindicaciones políticas, sea de un color o de otro son muy fuertes”, así lo asegura Miriam, con una sonrisa en su rostro quemado por los rayos del sol que acompañaron su recorrido toda la tarde.

A solo dos días del volver a su hogar la pareja se dispone a disfrutar del Septimazo, la inundación de actividades culturales que experimenta la carrera Séptima todos los viernes en la noche. Esta vez los españoles se sorprenderán por los cirqueros que lanzan bolas de fuego de un lado a otro, les será irresistible el olor de la aromática que se puede disfrutar a solo $500 y se lanzarán al estrellato en un karaoke animado por los transeúntes.

Como ellos, son muchos los turistas que recibe Mike, unos más entusiasmados con lo que encuentran de Bogotá, otros más reservados y reflexivos. Eso sí, todos conocen al menos uno de los siguientes lugares: San Victorino, el 20 de Julio, la zona de tolerancia, la plaza de mercado de Paloquemao, la iglesia del barrio Egipto o la plaza del Chorro de Quevedo.

Es en estos lugares donde turistas y propios tienen la posibilidad de intercambiar experiencias, de conocer los problemas por los que atraviesan los bogotanos. Aquí se libran las barreras del idioma, pues con señas y gestos, unos y otros se esfuerzan por hacerse entender.

Para el norteamericano, el lugar que no puede dejar de visitar nadie que haya pisado Bogotá es La Candelaria, ya que todo se une para hacer del lugar un espacio lleno de vida, en donde se respira la energía de los jóvenes y es posible vivir en una pequeña comunidad. “Es necesario mostrar a los turistas, que muchas veces vienen motivados solo por la droga, los problemas y las cosas buenas de la ciudad”, asegura el extranjero.

Dentro de sus expectativas, además que su negocio tenga difusión y éxito se encuentra fomentar el uso, de parte de propios y extranjeros, de la bicicleta en Bogotá, ya que es mucho más que un medio de transporte… ¡Es una forma de sentir a la ciudad! Si usted quiere conocer más de Mike y los Bici-paseos visite: www.bogotabiketours.com.

Laura Marcela Díaz Vargas
Periodista Invitada 
LA LUPA




Fuente fotografías: Archivo Particular.

1 comentario:

  1. Gracias por crear un espacio de este talante!!!

    Lo necesitabamos.

    César Duque.

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